De la luna que alumbra el sendero que recorre el lobo de las pantuflas verdes hacia el fuego que arde debajo de la manta de agujeros azules.
Lagartija siempre llevaba la
iniciativa. Menos mal. Y siempre seguiría siendo así ; para eso era la mujer
de la casa.
Gracias a los zigzag del camino, algunos hemos podido llegar a hacer algo, antes de que nos alcance la muerte.
¡Joder! En menos de dos días se habían muerto las madres de dos de mis dos mejores amigos. Conchita y Pepita. Con la primera hable mucho sobre la vida en las rápidas comidas en su casa. Con la segunda hablábamos de filosofía y de unicornios, sentados en un sofá, los días de sus cumpleaños. Que casualidad: las dos tenían de primer apellido García.
Aquella sensación que le provocó y que de principio no identificó resulto ser sencillamente amor. Amor a secas, puro, duro, tierno, a tiempo total.
De que no te preocupes. Me veras
arrastrarme miserablemente por el suelo. Y te podrás cagar en mi
despreciable alma. Con gran regocijo.