Su intuición no le fallaba. El tiempo
lo puso todo en su sitio, incluso a ellos, que no dejaron de respirar
sus alientos, por las noches, bajo las sábanas de las estrellas.
Estuvo mirando al Teide, (de una manera diferente) mientras
caminaba por un sendero de cumbre, toda la mañana. Instintivamente,
aunque él en ese momento no lo sabía, la estaba presintiendo. Ella
estaba allí.