La mágica mantita de agujeros azules les acompañó el resto de sus vidas . Y allí, donde creaban hogar, siempre les arropó.
¡¡¡A que te como a besos!!! — le dijo lobo a lagartija — mientras apuraban un chocolate caliente bajo el alisio.
A veces lloraban de alegría mientras
se besaban con todas sus fuerzas. Y esas lágrimas sellaban aún más
su futuro de hombre y mujer bendecidos por el cielo y el alisio.
Todos los paseos eran mágicos, distintos, reparadores. De la mano, de la cintura, a la pela, descalza lagartija. Risas y sonrisas. Besos y achuchones. Y ternura, mucha ternura en la miradas, en los besos, en los abrazos.
Siempre que llegaban las primeras lluvias gustaban, lobo y lagartija, de ir a su rincón secreto del bosque y tomarse un chocolate caliente y un rosquete de batata para dos.
Y de la mano estaremos en la vida.
Apoyados nuestros corazones el uno contra el otro y con pasos
sincronizados de futuro, — le dijo lobo a lagartija —