Hoy hace sesenta y un aña que falleció mi padre. Él tenía cuarenta y cuatro años. Yo cuatro. Recuerdo que mi tío Ton me cogió en brazos y me dijo, señalando al féretro, ahí esta tu padre. Pensé, en ese momento que estaba dormido. No era consciente de la muerte, de su muerte, ni de lo que significaba. Recuerdo también que correteaba, delante del cortejo fúnebre que se dirigía a pie hacia el cementerio, con otros niños y que incluso en el cementerio jugar con montones de tierra. Pobre papá, que se fue antes de tiempo. Pero la vida nos marca un destino del cual no podemos salirnos.
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