Llevaban bastante tiempo sin hablarse.
Pero si se comunicaban. De alguna manera se mantenían en contacto, o eso creía él. Pero lobo quería tener la certeza de que podría llamar a lagartija
sin que esta se molestara. Era lo último que quisiera hacer. Le
había quedado bien claro las últimas palabras de ella: de que ya no
era bien recibido, ni para ella ni para sus amigos. Esperaba que en
algún momento el cielo, que les había unido, les permitiera hablar de nuevo.
Cargó con la cafetera de dos tazas, con la cocinilla de montaña y con un buen café arábigo, La llamó y quedaron en verse para tomárselo bajo la laurisilva refrescada por el viento alisio. Los besos y la ternura vendrían después.