De alguna manera, casi imposible de imaginar, se comunicaban todas las noches. Y de alguna manera, habían descifrado un código de comunicación propio, que les permitía intercambiar palabras dichas con el alma y que regresaban, transformadas por ella, al corazón de quien las escribió. Pero llevaban ya mucho tiempo sin hablarse. Sin oírse sus voces. Y eso pesaba. Y mucho.
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