No le faltaba razón. Él le había estado escribiéndole cartas
todos los lunes si haberle pedido antes permiso para hacerlo. Fue una
falta grave hacia la intimidad de la otra persona. Lo único que lo
consolaba era el echo de que en cuanto le pidió que dejara de
hacerlo, lo hizo inmediatamente. Y que, la carta que ya había salido
antes de la prohibición, la rompiera inmediatamente en cuanto la
recibiera. Cuando uno es un mierda, esa condición, no le abandona
nunca. Y lobo, no me canso de decirlo, es un mierda y un miserable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario