Lagartija siempre llevaba la
iniciativa. Menos mal. Y siempre seguiría siendo así ; para eso era la mujer
de la casa.
Gracias a los zigzag del camino, algunos hemos podido llegar a hacer algo, antes de que nos alcance la muerte.
¡Joder! En menos de dos días se habían muerto las madres de dos de mis dos mejores amigos. Conchita y Pepita. Con la primera hable mucho sobre la vida en las rápidas comidas en su casa. Con la segunda hablábamos de filosofía y de unicornios, sentados en un sofá, los días de sus cumpleaños. Que casualidad: las dos tenían de primer apellido García.
Aquella sensación que le provocó y que de principio no identificó resulto ser sencillamente amor. Amor a secas, puro, duro, tierno, a tiempo total.
De que no te preocupes. Me veras
arrastrarme miserablemente por el suelo. Y te podrás cagar en mi
despreciable alma. Con gran regocijo.