¡Joder! En menos de dos días se habían muerto las madres de dos de mis dos mejores amigos. Conchita y Pepita. Con la primera hable mucho sobre la vida en las rápidas comidas en su casa. Con la segunda hablábamos de filosofía y de unicornios, sentados en un sofá, los días de sus cumpleaños. Que casualidad: las dos tenían de primer apellido García.
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