Siempre había algún tercero que me había fastidiado mi vida. Cosas que hacían ellos y que yo no controlaba influían negativamente en mi existencia. Tenía que tomar cartas en ese aspecto. No quería seguir sufriendo más por culpa de las acciones u omisiones de terceros. Si metía la pata, era yo quien la metía. Y, si la metía otro, que no me afectar a mi. Mis puertas seguían abiertas.
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